La Voz de Galicia. 15 de marzo de 2021
«El ánimo está muy bajo y la moral, por los suelos. El año pasado ya contábamos, pero van dos años, y a mayores de todo lo que tenemos encima, no nos dejan salir a la calle con nuestras imágenes. Hay que aguantar, la gente lo tiene que entender», comenta, resignada Inmaculada Augusto, miembro de la Cofradía de los Dolores de Ferrol. La ciudad naval se transforma en Semana Santa, un revulsivo social y económico, que este año tendrá que conformarse «con un sucedáneo», como apunta César Carreño, presidente de la Junta de Cofradías.
«Van dos años sin poder hacer lo que nos gusta, que son las procesiones. Hay quien lleva tres años sin ver su imagen desfilando, porque en 2019 llovió. Afecta anímicamente. Es un ambiente muy bonito, de colaboración y trabajo en la calle. Hay gente que se vuelca y lo vive los 365 días del año; para muchos, las cofradías son su único círculo de amistades», abunda Carreño. Ya en septiembre, en la primera reunión, idearon un plan alternativo. «Si no hacía falta, ya sabíamos cómo hacerlo, pero por si acaso», dice. Y atinaron con el vaticinio.
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